
Desde hace unos meses vemos en espectaculares, en paraderos de autobuses, Metro y Metrobús, en radio, en televisión y en correos personalizados anuncios e información para alertar a los usuarios de la banca, que quién le llama, envía un SMS o un correo podría no ser su banco, sino un estafador o un delincuente que busca robarle su dinero.
Los bancos han buscado y siguen buscando la forma de alertar, tanto de manera conjunta como de forma individual, poner un alto y proteger a sus usuarios, pero todo indica que no se ha tenido mucho éxito.
En redes sociales o en reuniones, el tema sigue siendo el centro de atención, porque todo mundo, muchas veces con justificada razón, consideran que su banco no les ha protegido, ni hablar de que les regresen el dinero robado si fue en una cuenta de débito, o que tendrán que pagar más intereses si fueron víctimas de fraude o robo con una tarjeta de crédito y además de no pagar, ‘el tache’ negativo en el buró de crédito.
Y aquí, sin que se enojen y sin defender a los bancos, hay varias reflexiones que hacer, cuando reciben una llamada, quienes han sido víctimas se quejan de que el delincuente (saben que fue un delincuente una vez que fueron robados, ya que mientras creen es una llamada legítima del banco) tenía todos sus datos, nombre completo, dirección, teléfono, número de tarjetas y aquí la primera reflexión en este mundo digitalizado, esos datos ¿a nadie más se los han dado?
Con la pandemia, ahora hasta pequeños negocios venden en línea y quizás sin contar con todos los niveles de seguridad para resguardar los datos bancarios y no se diga las suscripciones de servicios de streaming como Spotify, Netflix, Amazon, Mercado Libre, por mencionar algunas, tienen sus datos si es que realizó una transacción o es cliente frecuente de ellos; solo esta semana se ofrecieron a la venta los datos de 14 millones de cuentas de clientes de Amazon y eBay, por mencionarles un ejemplo; desde luego también se han ofrecido datos de clientes del banco que les guste, es decir las fuentes para obtener nuestros datos son muchas y diversas y no solo las tiene un banco.
La segunda reflexión es del lado de los bancos, ¿deben ellos tener mejor control y protección de nuestros datos? Desde luego que sí y es su obligación, pero si regresamos a la primera reflexión, es también obligación de nosotros verificar en dónde y con quién hacemos transacciones en línea, o verificar con quién hablamos, porque como ya hemos escrito, ahora los delincuentes pueden “disfrazar” el número, es decir en su identificador ustedes verán que la llamada procede del número que viene atrás de su tarjeta, o incluso del número de 5 dígitos de donde usted recibe normalmente mensajes de texto de su banco, y si cuelga y solo regresa la llamada al número que parece es su banco del cual recibió la llamada, lo más seguro es que se comunique con el delincuente; lo mejor es colgar y marcar uno a uno los números del teléfono del banco de forma directa o de plano no contestar.
Siguiendo con el tema de si el banco debe protegernos más, de eso no hay duda, el tema es cómo nos hemos vuelto más exigentes en hacer las operaciones en línea de forma rápida; con el aumento de este tipo de fraudes, quizás el camino será incrementar los niveles de verificación no solo con una contraseña, o con los tres dígitos de atrás de su tarjeta, sino hay que pensar en que integren nuevas medidas, desde llamadas al banco para avisar que haremos una compra ¿se imaginan haciendo esto?, hasta pruebas de reconocimiento facial en la aplicación para verificar la transacción que se hará; todo ello podría ser un camino, engorroso, pero que añadiría algo ‘de seguridad’, porque los delincuentes, aunque no nos guste son muy ‘innovadores’.
Lo cierto es que hace falta mayor velocidad, comunicación e inversión por parte de los bancos para que pongan en marcha la tecnología que ya existe y que es capaz de identificar patrones de uso de los plásticos y de consumo para detectar una transacción que no es acorde a ello, frenarla y que usen todo lo que pueda añadir un candado extra para que sus clientes no sean robados.
Urge que sean más activos y proactivos, y desde luego del lado de los clientes de la banca, también estar más alertas y no creer en llamadas, en mensajes de texto o abrir mails o llenar formularios de ningún tipo así ‘parezcan’ de su banco; consumidores más informados y alertas, también contribuyen a crear una barrera a ese tipo de fraudes, porque desafortunadamente las modalidades de robo son muchas y diversas. Por lo pronto, la moneda está en el aire.
Fuente
Sin freno, fraudes contra clientes bancarios (elfinanciero.com.mx)